Unpopular opinion ⚠️ El dinero no está frenando tu progreso profesional 💸
¡Para vivir del cine hay que tener dinero! Seguro que alguna vez has escuchado algún comentario en esta línea, ya sea de amigos cercanos o conocidos que saben que eres cineasta. Pero ¿cuánto de verdad hay en eso? ¿Te puedes dedicar al cine si tus padres no son ricos? Este artículo pretende reconsiderar estas cuestiones desde un punto de vista empoderante, no derrotista, condicionado por la creencia de que, como artistas, debemos buscar la manera de dedicarnos a nuestro arte. Si me he pasado de idealista lo puedes juzgar al terminar de leer el artículo. ¿Cuánto nos condiciona el dinero? ¿Cómo podemos salir adelante si nuestra cuenta bancaria está seca? ¿Y si el dinero no es tan importante como creemos? Vamos a desmontar mitos y creencias limitantes.
Nuestra intuición nos dice que con dinero la vida es más fácil que sin dinero en general. Incluso sin entrar en si somos o no artistas.
Los artistas necesitamos paz mental para crear, y para eso es esencial contar con un entorno adecuado. Aunque a menudo es difícil de lograr, debemos poner los medios físicos y mentales para generar este entorno fructífero y dedicarnos a nuestro arte. Este es un proceso intrínseco a cada uno de nosotros y el aspecto económico es una parte inherente al mismo. Pero, y aquí va mi “unpopular opinion”, puede que el dinero no sea tan importante como creemos.
En un mundo ideal, viviríamos de las rentas de nuestros activos, con dinero sin necesidad de trabajar ni depender de nadie. Para la mayoría de los mortales esto no es una realidad. Incluso quienes provienen de contextos acomodados y tienen apoyo económico –ya sea de padres, pareja, mecenas, etc.– siguen siendo dependientes de otra persona. Esta dependencia es arriesgada. Puede desaparecer en cualquier momento, causando dinámicas tóxicas en relaciones cercanas o malentendidos. Por eso, incluso para los más afortunados, tener una independencia económica proporciona tranquilidad.
¿Cómo podemos sufragar nuestras necesidades de manera independiente?
Las residencias artísticas y programas similares son buenas opciones, pero no son para todo el mundo. Obtener una plaza es muy competitivo y requiere haber invertido tiempo en preparar tu candidatura, sin garantía de éxito. Además, las residencias suelen abarcar un periodo determinado de tiempo para desarrollar tus proyectos, y no todas ofrecen una prestación económica. Cuando termina, nos enfrentarnos nuevamente al problema de la planificar a largo plazo. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Lo más habitual es que necesitemos compatibilizar nuestra creación con un trabajo “alimenticio”. Aquel trabajo que haces no porque sea tu pasión, sino porque te permite vivir. El trabajo alimenticio condiciona muchas cosas: al comprometernos con un empleo, también comprometemos nuestro tiempo y paz mental. Por eso, es crucial planificar estratégicamente nuestro trabajo alimenticio para respete nuestro espacio como artistas. La clave está en encontrar uno que nos permita vivir hasta que nuestro progreso artístico sufrague nuestra vida sin necesidad de otro trabajo, idealmente para muchos artistas. Escribí un artículo sobre los trabajos que compatibilizan los cineastas con la creación artística, que puedes consultar aquí. Nadie dijo que iba a ser fácil. Sin embargo, tener un trabajo alimenticio es casi siempre mejor que no tener nada. Siempre puedes cambiarte, pedir una excedencia, ahorrar. Tener un trabajo remunerado te da opciones. De hecho, es importante que no creas que has dejado de ser creativo por tener un trabajo alimenticio. Los artistas lo somos siempre, incluso cuando no estamos produciendo obra, o cuando trabajamos a cambio de dinero en algo que puede que ni siquiera sea de nuestro sector. Tu aportación artística no es menos valiosa porque aún no haya sido reconocida por el mercado (ni siquiera tiene por qué ser tu ambición vivir de tu arte). A veces esto nos limita mentalmente, pero la realidad es que tener un trabajo alimenticio es provechoso para la mayoría de artistas. Si sientes esta preocupación o barrera mental, te recomiendo que leas el libro “La muerte del artista”.
Combatir las excusas
El síndrome del folio en blanco, la procrastinación, el miedo a qué pensará la gente, la duda de si nos consideramos “suficientemente” buenos, etc. son inseguridades que a veces se camuflan en excusas que se manifiestan en nuestra situación laboral o económica. Es difícil que las circunstancias para crear sean perfectas. Por eso, además de buscar contextos más favorables, debemos encontrar espacios propicios para la creación en nuestro día a día. El objetivo es combatir las excusas para no crear. Estas excusas además puede que ni siquiera sean ciertas, aunque a uno mismo se lo parezcan, o al menos no del todo. En mi caso, mi excusa era que no tenía dinero para comprar una cámara. Para ilustrar esto, quiero compartir una historia:
Cuando era pequeña no tenía dinero para comprar una cámara. Tampoco podía grabar con el móvil, ya que entonces los móviles no tenían cámara, y mis padres no me la querían comprar. Para mí esta era la mayor barrera hacia el estrellato como cineasta. Pensaba que hasta que no tuviera una cámara, no podría rodar nada. Y sin rodar nada no podría practicar, ni mostrar mis dotes creativas, ni participar en concursos, ni nada de nada. Tiene lógica, ¿no? La solución a todos mis problemas era tener una cámara. Un día vi que con los cupones del periódico te ofrecían una minivideocámara por 100€. Recaudé todo lo que pude, coleccioné los cupones y después de años deseándolo, finalmente la conseguí. ¡Por fin! Aunque, la verdad, era una cámara tan precaria que resultó ser una decepción tremenda. En cierto momento hasta me arrepentí de haberla comprado. El vídeo se reproducía en una ventana minúscula. La calidad era de 4 megapíxeles. Del sonido no vamos a hablar. Pero al menos tenía una cámara. Con ella rodé mis primeros cortometrajes. Cuando los vi, el resultado no era bueno. Pensé que no progresaba porque no tenía una cámara mínimamente decente; que no tener cámara y eso era lo mismo. Con el paso de los años, juntando cumpleaños, Navidad, y algún trabajo, ahorré lo suficiente para comprar una cámara mejor. Gasté toda mi fortuna en una cámara HD. ¿Y adivina qué pasó? La cámara se quedó un año en un cajón porque no tenía con quien rodar. Así me di cuenta de que el dinero, lo que yo pensaba que me estaba frenando, no era realmente el problema. Necesitaba conocer a otros compañeros con los que rodar para poder progresar. Luego resultó que estos compañeros también tenían algo de material. Yo tenía una cámara, pero otro consiguió una pértiga prestada. Otro compró un micrófono por 60€. Otro tenía un par de focos. Y juntos rodamos nuestros primeros cortos “de verdad”. Este progreso, aquí resumido, llevó años. Si te cuesta encontrar compañeros con los que rodar, te sugiero que te unas al chat de Telegram del Meeting de cine, una comunidad de cineastas de todos los niveles para compartir proyectos, recursos y talento, y donde nos apoyamos mutuamente. 👉 Aquí el enlace (click).
¿Y si sí tuviéramos suficiente dinero?
Este aprendizaje me llevó a una nueva manera de plantearme las cosas. Puede ser que el dinero esté siendo solo una excusa, pero a veces realmente te limita. Por eso, cuando no tienes dinero, tienes que ser creativo. El dinero nos da la posibilidad de imaginar cómo gastarlo. Pero no debería ser necesario tenerlo para imaginar. Cuando no lo tienes, piensas, “ojalá lo tuviera porque pagaría esto” y probablemente ahí se quede la cosa, incluso si el dinero no es la raíz del problema, sino una excusa que nos creemos.
Sí, tenerlo haría todo más fácil.
Pero el dinero no lo es todo. Por eso, me gustaría proponerte un 💭 ejercicio de imaginación: 💭 imagina que ya tienes dinero para pagar aquello que deseas. Recrea esa situación en tu mente. “Manifiéstalo”, como se dice ahora. Con dinero, ¿a qué problemas te enfrentarías? ¿Hay alguna forma de empezar a afrontarlos ahora mismo? ¿Existen otros recursos que puedan suplir la carencia económica para sufragar tu necesidad?
En mi caso, cuando conseguí una videocámara me di cuenta de que aún no conocía a nadie con quien rodar. Pero, si hubiera conocido a gente con la que rodar, no tener una videocámara no hubiera sido un problema, porque alguien me la hubiera prestado o algún miembro del grupo habría aportado. De todos modos, conseguir una videocámara es un reto pequeño. ¿Pero qué pasa con una cuantía mayor, como pagar la escuela de cine? Cuando mis compañeros empezaron a ir a la escuela de cine, ni siquiera lo consideré porque no podía costearlo. Pero si hubiera tenido dinero, realmente, ¿por qué quería ir a la escuela de cine? ¿Qué me podría aportar? ¿Cuál sería el motivo legítimo para invertir 30.000€ y 3 años de mi vida en ello? La respuesta es, para aprender a rodar, conocer gente, crear cortometrajes, adquirir confianza, conectar con profesores en activo en la industria, etc. Sin duda la experiencia de la escuela de cine sería valiosa. Entonces, pensé: ¿y si hiciera por mi cuenta actividades similares a las de mis compañeros en la escuela de cine, como rodar un cortometraje? ¿Qué necesitaría? Un guion, equipo técnico, una cámara, material, etc. Escribí un guion. Cuando lo terminé, se lo presenté a mis compañeros que sí estudiaban en la escuela. Ellos tenían acceso al material de la misma, lo cual nos venía muy bien. Así pude rodar cortos, aprender de ellos y progresar por mi propio camino, aunque no fuera el habitual.
Evidentemente, mi experiencia no fue igual a la de ir a la escuela de cine. Me hubiera encantado tener la oportunidad de rodar con mis compañeros, aprender de grandes profesores, el sentimiento de comunidad, ver los cortos de los demás… Aunque no tenía dinero y no fue posible, al final tampoco fue necesario. No poder ir me aportó cosas diferentes. Aprendí cosas similares, pero de otro modo. Este fue un dilema para mí durante mucho tiempo. En mi caso fui afortunada, aunque soy consciente de que este consejo de 'buscarse la vida' no siempre funciona para para todo el mundo.
Por eso, cuando escribí mi libro 'Instinto cineasta', entrevisté a 12 artistas de diferentes ramas del cine, con diversas formaciones, lugares de origen y edades, para mostrar la variedad de caminos disponibles para los futuros cineastas Si te interesa, puedes saber más aquí (link a libro).
¿Y si realmente no fuera necesario dinero para hacer cine?
Así que volviendo al tema. Sé que este es un debate en el que parece que mi opinión es impopular. Esta manera de plantearme la cuestión económica me ha llevado a alguna discusión con amigos del gremio. Yo abogo por que no se necesitaba dinero para hacer cine. Ellos, en cambio, piensan que soy una ilusa, diciendo que sin dinero no se llega a ninguna parte. Pero, ¿es eso cierto?
Pertenezco la generación de YouTube. Crecí viendo a creadores que comenzaron sin dinero y luego fueron impulsados por sus seguidores hacia una trayectoria exitosa. Fui testigo de eso.
Entonces no es que “no haga falta” tener dinero, sino que la falta de él no debe detenernos a la hora de hacer cine. Porque, con o sin dinero, lo importante es buscar el camino, buscar recursos para seguir progresando. En realidad, hablábamos de lo mismo, solo que con ópticas diferentes.
Podréis objetar: si en realidad no hace falta dinero para hacer cine, ¿cómo es que la mayoría de autores provienen de contextos acomodados? La respuesta es simple: existe una correlación entre dinero e imaginación y paz mental. Aunque no es una correlación directa, tener dinero suele venir acompañado de un contexto, un capital intangible (redes de información, contactos, referentes, conocimiento e ideas) que amplía nuestra imaginación y proporcionan autoestmia. En mi forma de ver, el acceso a este capital es lo que verdaderamente marca la diferencia.
Por ejemplo, una cosa es saber que un camino para ser cineasta es crear una empresa productora; otra es contar con un referente que te guíe en el proceso, o acceso a estudios que tangibilicen tus ideas. Cada uno venimos de un contexto distinto con oportunidades desiguales. Hay cosas que no elegimos, y eso es injusto. La desigualdad de clase es clara en esta industria. Definitivamente no es un espacio meritocrático. Víctor Alonso-Berbel lo refleja claramente en sus brillantes artículos, donde propone democratizar el acceso a la creación cinematográfica.
👉 Artículo: Decálogo para democratizar el cine del futuro
👉 Artículo: El cine independiente es más conservador que nunca, abramos el debate.
La cuestión es que esta desigualdad no debe frenarnos. Debemos aprovechar las oportunidades que tengamos. Si te vienen dadas, las cosas son más llevaderas. Pero sino, tendremos que buscar las oportunidades por nuestra cuenta. Si a quienes tienen dinero les cuesta hacerse un hueco en la industria, el esfuerzo que lleva a los que no lo tienen es aún mayor. El mayor reto en este aspecto es superar la barrera de la imaginación y establecer acciones concretas para encontrar el espacio mental que nos permita crear.
¿Y si tuviéramos todo el dinero del mundo?
No podemos cambiar nuestros orígenes, y ello probablemente nos influirá siempre de alguna manera. Una de las formas más importantes en la que nos afecta es a través de las creencias limitantes que hemos interiorizado. Sigamos con nuestro ejercicio de imaginación: si tuvieras todo el dinero del mundo, ¿te sentirías satisfecho? Podrías financiar tu película a tocateja, no tendrías que preocuparte de la distribución, ya que pagarías lo que hiciera falta o crearías tu propia distribuidora. ¿Lo harías? Incluso podrías pagar a la gente para que fuera a verla. Sin embargo, ni siquiera aquellos que tienen millones suelen hacerlo de esa manera, por diversas razones. Probablemente no querríamos que la gente vea la película solo a cambio de dinero. Buscamos otro tipo de reconocimiento, y para alcanzarlo, lo más común es seguir el camino que marca la industria.
Pero supongamos que nos empeñamos en hacer una peli con nuestro propio dinero. En una ocasión, un director novel me preguntó si me parecía estratégico invertir su propio dinero para guionizar y dirigir una película por debajo de lo que se considera bajo presupuesto, alrededor 50.000€, como su primer largo de presentación a la industria. Sería autofinanciado. Por poner un ejemplo, podría elegir entre ir a la escuela de cine 4 años o dirigir esta peli. Al final, si sumas los gastos, muchos estudiantes de cine terminan invirtiendo cantidades similares en su formación. Después de reflexionar, le dije que, en mi opinión, sí valdría la pena, porque luego podría enviarla a festivales y demostrar su valía. Ya tendría “algo” como artista, y no solo papel, dossiers o proyectos en curso. Sin embargo, luego me puse a pensar en qué tan beneficioso sería eso realmente para su trayectoria: ¿le llevaría esta primera película a algún lugar? Hay ejemplos como el de Andrea Jaurrieta o de Rodrigo Sorogoyen que nos muestran el éxito de algo así. Pero también hay muchos ejemplos de autores que autofinanciaron su primer largometraje con sumas considerables, y no lograron que esa obra los catapultara al siguiente nivel en su carrera, o al menos no con el mismo éxito que los ejemplos mencionados.
Incluso si en vez de gastar 50.000€ pudieran invertir 300.000€ o medio millón, o incluso más, ¿merecería la pena realizar la inversión? ¿Tendría éxito garantizado? ¿O sería un desperdicio de recursos? Es lógico pensar que quien quiere hacer una primera película probablemente también quiera hacer una segunda y una tercera. A menos que tuviera aún más dinero que invertir sin garantías, el objetivo final del cineasta suele ser participar del circuito formal, ir a festivales, llegar a un público… Las productoras prefieren proyectos que sean financieramente viables, y en la industria del cine español, las ayudas del ICAA siguen siendo muy relevantes. En el caso de las ayudas selectivas, hay un fondo concreto destinado a directores nóveles, que se aplica a sus dos primeros largometrajes. Haber registrado un largometraje como director te resta una oportunidad de acceder a esta financiación en el futuro.
Entonces, incluso teniendo todo el dinero del mundo, ¿sería provechoso rodar un largometraje totalmente independiente? Aun dejando de lado el factor económico no resulta una decisión fácil. Hay muchos aspectos que deben ser considerados. En este contexto, sacar tu primer largometraje no depende únicamente de tener el dinero necesario para autofinanciarlo.
Estrenar un primer largometraje generalmente significa que has superado ciertos filtros y has establecido una red de contactos. Como artista, has ganado la credibilidad de una serie de personas y el apoyo de ciertas instituciones. Además, tu proyecto también ha pasado ciertos filtros y puedes tener cierta convicción en que esa historia no solo te convence a ti. Estos son pasos que te habrás saltado si decides financiar tu largometraje con tu propio dinero.
En la carrera de un cineasta, lo valioso no es solo el resultado artístico de su obra, sino también la capacidad de sembrar oportunidades para realizar más películas en el futuro. Para que esta posibilidad sea real, los logros alcanzados en los primeros largometrajes serán clave para dirigir más películas, potencialmente más ambiciosas y costosas. La mayoría de directores solo llega a dirigir una o dos películas. Lo realmente difícil no es conseguir hacer un primer largo, sino lograr hacer el segundo y el tercero. Casi ningún artista está exento de la necesidad de que su obra sea comercialmente sostenible. Incluso las productoras con tanto dinero que no necesitarían preocuparse por el mercado, y que producen obras comerciales con gran éxito económico, siguen el proceso habitual de financiación: subvenciones, ventas a televisiones y plataformas, etc.
¿Entonces no queremos dinero?
Si alguien no lo quiere, que me lo regale. No, ahora en serio: ¿cómo podemos utilizar el dinero de manera que le saquemos el mayor partido posible a nuestra trayectoria artística? Como hemos mencionado antes, dependerá de la situación de cada cineasta. En mi opinión, un buen uso del dinero suele ser invertir en formación (aunque no siempre), asistir a festivales, pagar la entrada a eventos de la industria (que a veces son muy costosos), y en producir y distribuir obras (un buen distribuidor puede llevarte lejos), siempre con una estrategia clara. Y también en terapia. Cualquier dinero invertido en terapia, para superar complejos y pulir nuestras creencias limitantes, estará bien gastado.
El dinero puede influir en la rapidez a la que avanzamos y en la cantidad de tiempo que podemos permitirnos dedicar a nuestra creación. Pero, sobre todo, ante la duda, el dinero debe destinarse a lo que mencionamos anteriormente: crear un espacio mental y un entorno favorable para la creación, que pueda sostenerse a largo plazo. Para cuidar nuestra salud mental, cultivar nuestra estabilidad y proteger nuestra valiosa autoestima.
En mi opinión, el dinero debe destinarse a crear oportunidades para que podamos experimentar, fracasar y aprender, con un colchón que nos permita intentarlo de nuevo. Me encantaría leer tu opinión abajo en los comentarios.
👉 Muchas gracias a Nuria Cabezas de Cabezas creativas por revisar este texto.
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“Yo, adicto” es una serie autobiográfica de Javier Giner en cocreación con Aitor Gabilondo. Cargada de visceralidad, autenticidad y realismo, le acompañamos a lo largo de 6 episodios en su proceso de mejora personal y recuperación, al decidir ingresar en un centro de rehabilitación de drogodependencia.