SOY NEVENKA - CRÍTICA DE LA PELÍCULA 🎬
*Esta crítica contiene algunos spoilers.
“¿Qué les dirías a las mujeres que sufren acoso? Que lo cuenten.”
“¿Qué les dirías a las mujeres que sufren acoso? Que lo cuenten.”
Icíar Bollaín al timón de la dirección nos trae esta película basada en hechos reales que, a pesar de haber ocurrido hace más de veinte años, lamentablemente sigue siendo relevante hoy en día.
La trama (guión coescrito entre Icíar Bollaín e Isa Campo Villar) arranca con una joven de veintipocos, ambiciosa, con una trayectoria impecable, a la que se le confía un puesto importante como concejala en el Ayuntamiento de Ponferrada. Ella es Nevenka Fernández (interpretada por Mireia Oriol). Lo que parece una gran oportunidad pronto se convierte en un infierno. Aprovechándose de su poder como alcalde y como jefe de Nevenka, Ismael Álvarez (interpretado por Urko Olazábal) la chantajea y presiona para tener una relación extraprofesional con ella. Cuando la joven decide poner distancia entre ambos, comienza una dinámica de acoso cada vez más agresiva.
Esta situación se intensifica hasta que Nevenka se ve en la terrible posición de tener que elegir entre salvaguardar su dignidad o mantener todo lo que ha conseguido a nivel profesional, así como la seguridad y estabilidad de su familia y amigos.
La película muestra perfectamente cómo se desarrolla el proceso que atraviesa una víctima de acoso laboral y sexual. Como espectadores, vivimos el sufrimiento de Nevenka desde el principio, siguiendo sus intentos por hacerse respetar por alguien más poderoso que ella. Estamos prácticamente la totalidad de la película a su lado, siendo testigos de cada comentario, sutileza, presión, miradas… que experimenta la protagonista. Así, con la cámara a su lado, comprendemos que aunque Nevenka se esforzase por distanciarse de su acosador, dada la vinculación laboral era inevitable que se vieran todos los días.
Cuando ella se defendía, la presión aumentaba. Ismael parecía creerse con derecho a tener una relación con ella, aunque Nevenka expresase de manera clara que no era su voluntad. A esto se sumaba que Ismael, como alcalde, y siendo una persona querida en el municipio, controla aspectos como la financiación y las subvenciones, afectando a los padres y amigos de Nevenka, siguiendo mecánicas propias de un mafioso.
La insistencia del acosador nos lleva a pensar que era inevitable que los hechos se desarrollasen como lo hicieron: Nevenka solo podía elegir entre complacerle y aguantar la situación, o perderlo todo, incluso perjudicando a sus seres queridos. A esta difícil decisión se suma la sensación de culpa, de pensar que quizás hizo algo mal o que podría haber hecho más por evitarlo, aunque no fuera así. La protagonista recuerda cómo “se lo advirtieron”, como si ello pudiera haber hecho que los hechos transcurrieran de otra manera. Como espectadores sabemos que no es así.
Esta película es relevante porque proporciona un referente social para testigos y víctimas del acoso. Pone de manifiesto cómo una víctima jamás puede ser responsabilizada por las acciones del agresor, independientemente de su condición. Alguien con estudios, dinero y capacidad es igualmente susceptible a ser víctima del acoso. De hecho, el filme hace un trabajo memorable al señalar a quienes culpabilizan o escrutinizan a las víctimas: desde la red familiar, que no puede comprender los hechos que han llevado a Nevenka a estar en esta situación de vulnerabilidad, hasta personas anónimas que comentan la noticia a la ligera una vez esta se hace pública, responsabilizando atributos particulares de la víctima, como su juventud o su ambición profesional.
Si uno tiene algo que objetar o echar en cara a la víctima, la película se encarga de recogerlo. ¿Por qué no simplemente saliste de la habitación? ¿Por qué no eres complaciente y aprovechas esta gran oportunidad? ¿Por qué no te defendiste en su momento? ¿Por qué no pediste ayuda? ¿Por qué accediste a tener una relación con tu agresor en un primer momento? ¿Por qué tienes que ser tan provocativa? Todas ellas son preguntas cuya respuesta resulta evidente para cualquier espectador.
La historia se dirige a cada espectador de manera personal, recordándonos que muchos hemos sido testigos de situaciones similares, ya sea en nuestra vida cotidiana, como espectadores de noticias o incluso como víctimas. La película resuena profundamente no solo por la indignación que genera la injusticia, sino también por la introspección que provoca sobre nuestra propia relación con este tipo de situaciones. Nos invita a reflexionar: ¿qué estamos dispuestos a hacer ante una situación de acoso?
En la película, Nevenka resiste hasta que no puede más. Como víctima, contarlo es su salvación, pero también su perdición. No podemos exigir la valentía que muestra Nevenka de todas las víctimas. Las consecuencias de hacer pública su historia es que, aunque salva su vida y su dignidad, también se ve desterrada del país. El resultado es una renuncia de su proyecto de vida, no sólo de su prometedora trayectoria profesional, sino también de poder estar cerca de su familia y amigos. E incluso siendo estas las consecuencias, Nevenka mantiene una verdad: “¿Qué les dirías a las mujeres que sufren acoso? Que lo cuenten.” Porque contarlo le salvó la vida.
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“Yo, adicto” es una serie autobiográfica de Javier Giner en cocreación con Aitor Gabilondo. Cargada de visceralidad, autenticidad y realismo, le acompañamos a lo largo de 6 episodios en su proceso de mejora personal y recuperación, al decidir ingresar en un centro de rehabilitación de drogodependencia.