¿Cuándo rechazar un proyecto?

 

Todos nos planteamos esta pregunta: ¿cuándo rechazar una oportunidad? Sabemos es que no podemos aceptar todas las oportunidades que nos llegan, pero no siempre es sencillo discernir entre aceptarla o rechazarla.

Hace unos años decía que sí a todo. Mi agenda estaba tan llena que a veces para llegar a los compromisos dormía menos horas de las que me eran necesarias para rendir bien. Estaba estudiando una carrera universitaria (Economía, Política y Filosofía) a la par que rodaba cortometrajes, escribía, trabajaba en la producción del próximo proyecto, iba a clases de teatro, iba de viaje, impartía clases de inglés, etc.

A veces me comprometía a un proyecto por la ilusión de lo que me iba a reportar: pasar un buen tiempo con amigos, la oportunidad de trabajar con un creador reconocido, posibilidades de aprendizaje, ayudar a alguien o ganar algo de dinero para ir tirando. Con ello no tenía problema, pero a veces las ganas que podría haber tenido al aceptar un proyecto eran desvirtuadas por el compromiso en el que me veía. En otras palabras, por no decir que no (por ser mi amigo, por miedo a perderme un gran proyecto, por no saber cómo, etc.), me comprometía para posteriormente arrepentirme, pero cumpliendo igualmente dado que me había comprometido.

Estuve hablando con compañeros para descubrir que también se encontraban en una situación similar. A veces aceptaban o rechazaban un proyecto, pero seguían teniendo miedo a arrepentirse por no poder llegar a todo. A medida que he ido obteniendo más experiencia, y también gracias a la puesta en común con mis compañeros, he ido aprendiendo a gestionar cada vez mejor mi agenda y los proyectos en los que me involucro para dar lo mejor de mí durmiendo 8 horas y tomando en cuenta otros aspectos de mi vida (como el cuidado personal) con los que antes no contaba.

En primer lugar, y lo que era más sencillo, desde un punto de vista racional, fue comprender que por mucho miedo que tuviera a perderme participar en un proyecto interesante, es físicamente imposible estar en todos los proyectos. Tenía miedo de que mucha gente de mis círculos participase en un proyecto y yo me quedase fuera de él, quedándome así también fuera y que no contasen conmigo en el futuro. Desde mi perspectiva es cierto que es muy importante ser valorado dentro de nuestro sector para que la gente no piense que estás fuera del juego, pero creo que mi miedo era una proyección exagerada. Pensándolo detalladamente, también tiene que ver por cómo me valoraba a mí misma y de lo que creía que era capaz de hacer.

Por otro lado, rechazar un proyecto también implica que valoras tu tiempo, porque no aceptas cualquier cosa. Es cierto que al principio uno ha de involucrarse en todo lo que pueda: la oportunidad para aprender y experimentar lo máximo del campo, la posibilidad de conocer a compañeros de profesión con quienes compartirás futuros proyectos, que conozcan qué es lo que buscas y cómo trabajas, es muy valioso en un comienzo. Además, ello te puede dar lugar a que descubras realmente lo que quieres hacer dentro de un rodaje para decantarte finalmente por una opción.

Cuando ya lleves un tiempo así y sepas en qué te quieres especializar o en qué te gustaría adentrarte más a fondo, rechazar proyectos te puede ayudar a centrarse en ello y reconducir tu carrera profesional. En otras palabras, no aceptando un determinado rol o función en un rodaje que no deseas realizar en el futuro evitas que te encasillen en aquello que no tienes interés por explorar. Así, rechazar un proyecto es un mensaje también hacia la otra persona, para que te conozca más y sepa en qué estás interesada de cara a ofrecerte otras oportunidades.


En un mundo ideal, donde te llueven un montón de proyectos interesantes, aun así no podrás abordarlos todos ya que el tiempo es limitado. ¿Cómo cribar entonces entre aquellos proyectos que verdaderamente te interesan? Principalmente, esto tiene que ver con tu capacidad para abarcarlos y la gestión de tu tiempo.

Hay muchos métodos para aprender a gestionar tu tiempo. Uno de ellos no tiene que ver con optimizar tu tiempo, sino en conocer cuántas horas a la semana te va a llevar cada proyecto y cuándo lo vas a realizar. Es decir, ponerte un calendario con hitos y situar en el calendario fechas y horas concretas en las que te dedicarás a trabajar. En esta tabla habrás de contabilizar todo: horas de sueño, el tiempo que dedicas al cuidado personal, tiempos de transporte, cuándo verás a tus amigos, etc.

Verás de forma visual que el tiempo es limitado y al final te quedarás con un máximo número de horas en las que puedes ser productivo trabajando. Teniendo en cuenta las horas que le necesitas dedicar a cada cosa para que estés satisfecho con su resultado, sabrás si puedes acoger proyectos nuevos o tienes que salirte de alguno.

De tener que abandonar un proyecto dada la gestión de tu tiempo, tendrás que elaborar una lista de prioridades y saber cuál es el que te interesa menos. En principio, recomiendo no llegar a este punto cuando ya te has comprometido para no romper las expectativas de alguien que ha confiado en ti, sino hacerlo antes de aceptarlo. En el caso de que ya estés dentro, hay maneras de salirse de forma educada, de lo cual hablaré más adelante.

* * *

Pero, ¿cómo saber qué proyectos le son prioritarios a uno si todos parecen tan apasionantes? Si no tienes clara la prioridad entre tus proyectos, también hay muchas técnicas para hacer una autoevaluación sobre qué es lo que más te puede aportar. Una de mis favoritas me la contó un productor holandés. Me dijo:

Un proyecto nos puede aportar 1) disfrutar de nuestra pasión, 2) ganar reputación (o hacer contactos y obtener experiencia), y 3) dinero. Para mí, el proyecto ideal te aporta las 3 cosas. Un proyecto que sólo te aporta una de ellas no merece la pena: es decir, no me compensa venderme a cambio de mi pasión, o a cambio de una promesa de ganar reputación sin disfrutarlo y sin remunerar, o sólo por dinero.

* * *

Otra forma de valorar si nos compensa comprometernos con algo me la contó mi amigo Nacho, especialmente orientado a proyectos no remunerados:

Yo tengo un cupo de días al año que considero que puedo o me gustaría utilizar en proyectos colaborativos. Me llegan muchos proyectos con fines sociales de gente a la que quiero ayudar, pero ello también tiene un coste de oportunidad para mí porque implica que no puedo estar dedicándome a otros trabajos remunerados. Cada uno podemos ponernos el límite que queramos, pero lo importante es que podamos medirlo. Por ejemplo, decir: “yo dedico 7 días al año a proyectos altruistas,” y una vez esté cubierto tu cupo no aceptar más hasta el próximo año.

A lo que se refiere Nacho con el coste de oportunidad es otro factor importante a tener en cuenta. Decir que sí a un proyecto necesariamente implica que no puedes aceptar otros, porque tendrás ese tiempo adjudicado a ello. Hacernos la pregunta de, si participo en este proyecto, ¿a qué tengo que renunciar?

Al fin y al cabo, uno puede abarcar tantos proyectos como se organice para ello, y poniendo los límites que considere a la hora de saber qué es lo que nos compensa o qué buscamos para saber si lo que nos ofrecen está alineado con lo que queremos.

¿De qué otras maneras valoras tú si un proyecto te compensa o no? Déjalo en los comentarios.