Sobre los excesos en la industria del cine

 

Una escuela de cine en España mantenía sus puertas abiertas prácticamente todas las noches (y días) del curso. Así sus alumnos podían recoger y devolver el material en el horario que mejor se adaptase a sus rodajes, ya fueran nocturnos, en fin de semana, o en cualquier otro momento. Una mañana temprano, dos de sus estudiantes regresaron de un rodaje nocturno a devolver material. No habían dormido en toda la noche, y lo último que les quedaba antes de volver a casa era pasar por la escuela. Dejaron el material y se despidieron. Uno de ellos, por el cansancio acumulado y agotamiento, tuvo un accidente automovilístico y falleció.  

Volviendo de un viaje de California a España que son 12 horas de vuelo aprox, tenía una larguísima escala en Londres de más ni menos que 9 horas. D: Cuando le conté esto a uno de mis amigos que estaba trabajando en un service* de una serie estadounidense, me dijo que él llevaba trabajando 29 horas seguidas, y que aún le quedaba batalla. ¡29 horas! Cuando terminó su jornada, había completado 36 horas trabajando, haciendo las funciones de varios trabajos de producción de distinto rango. En ese tiempo, a mí me había dado tiempo a ir a una boda, coger un vuelo de 10 horas, hacer una escala en Londres de 9 horas, y después tomar otro vuelo de 2 horas destino Madrid (por ponerlo en perspectiva). Llegué antes a dormir a mi cama que él. Su responsabilidad era la de conductor, llevando a los actores a donde fueran requeridos o a donde le pidiesen. Eso sólo sobre el papel, porque en realidad adoptó bastantes más funciones ya que el presupuesto era ínfimo. En el mismo rodaje, la productora fue denunciada por los figurantes, que hicieron jornadas de 12 horas ininterrumpidas de noche. En contraste con la experiencia del conductor, decir que los figurantes trabajaron 12 horas parece poco. Y ese es el riesgo de perder la perspectiva. 

*Un service en el cine es cuando una productora local realiza y organiza el rodaje para una productora extranjera que quiere rodar parte de su obra fuera de donde rueda habitualmente. Cuentan con productoras  service porque éstas ya conocen la industria local y hace más eficiente la producción.

¿Cuánto es demasiado? ¿Dónde ponemos nuestros límites? me pregunto. Mi impresión del sector del cine y de la publicidad audiovisual es que tiene una cultura en que acepta el agotamiento físico del equipo y del sobrerendimiento como algo normal. Todos lo hemos hecho: hemos trabajado con jornadas de 6 de la mañana a 11 de la noche, durmiendo 4 o 5 horas teniendo que rendir al día siguiente (incluyendo conducir durante largos trayectos). En un cortometraje en el que trabajé, llevaba a compañeros de equipo en mi coche. Trataba de sacar conversación porque veía que sino me iba a quedar dormida. Esto fue así durante varios días. Peor lo tuvo uno de los ayudantes de producción: el último día era un rodaje nocturno, y fue a preparar la localización con la avanzadilla de arte a las 11 de la mañana. El resto llegamos al set a las 7 de la tarde y comenzamos el rodaje a las 9 de la noche. Terminamos a la 1 de la mañana del día siguiente. Los que llevábamos más días durmiendo poco, fuimos afortunados de volver temprano (llegamos de vuelta a Madrid a las 3 de la mañana y a nuestras casas a las 4 de la mañana). Todo el mundo se fue excepto el productor, el director, y el ayudante de producción que llevaba allí desde las 11, para encontrarse que la batería de la furgoneta se había descargado. Estaban atascados en la localización, en la cima de un cerro con un acceso de un sólo carril y caminos de barro empastados, la ayuda del seguro llegó a las 7 de la mañana. El ayudante de producción tenía un examen a las 11 en Madrid. Me confesó que a la vuelta, temía por su vida dado que quien conducía la furgoneta, se iba quedando dormido, exhausto. Él hizo el examen sin haber dormido. Pienso que la mayoría de estudiantes de cine han compartido experiencias parecidas. 

En ambos casos, parte del problema proviene del deseo de la optimización de los recursos disponibles. Hacer demasiado con poco. El cine es una industria que crea productos caros, donde ha de participar mucha gente y tiene que estar coordinada. Todos los puestos son imprescindibles, y necesitas a alguien que lo cubra. Sin embargo, cuando se recurre a optimizar, se optimiza cargando con el trabajo de varios a una misma persona, hasta llegar a estos puntos en que los excesos continuados perjudican a largo plazo la salud de quienes trabajan en la industria y aumentan las posibilidades de que suceda un accidente. Compañeros míos han rechazado trabajos en los que les pagaban miles de euros por unos pocos meses porque recientemente habían salido de trabajar en otra producción y su salud no se lo permitía. 

Es difícil ponerle fin al problema porque la industria es muy pequeña y todo el mundo se conoce. Si decides quejarte por tu situación, llamarán a otro para hacer tu trabajo y se correrá la voz de que no trabajas bien, dificultando que te vuelvan a llamar, especialmente si estás empezando. Todo el mundo se queja, pero la situación de precariedad prevalece. Por eso, quienes denunciaron la situación en la producción que describía anteriormente eran los figurantes, quienes no dependen de que les vuelvan a llamar como los técnicos. Otro motivo por el que se perpetúa esta situación es que las horas extra se pagan muy bien (cuando se pagan, porque muchas veces cuentan con gente joven que se quiere introducir en la industria y sus esfuerzos no son remunerados). Con perspectiva y dinero en el bolsillo, las cosas se ven de otra manera. La gente que ha trabajado en el proyecto tiene tranquilidad financiera durante unos meses por lo menos, aunque sea a costa de su salud. En el caso de los estudiantes de cine, les mueve tanto las ganas por empezar a trabajar en su profesión soñada, que los excesos les merecen la pena. Entonces aprehenden de la experiencia de estos rodajes y la interiorizan como algo habitual. He visto planificaciones de rodajes de 23 horas para optimizar el material alquilado, rodando primero en una localización a las afueras durante el día para volver a una localización en interior por la noche, empezando a las 9 de la mañana y terminando a las 2 de la mañana del día siguiente. Este es un exceso planeado, en un proyecto artístico donde nadie cobraba. Quienes participan de ello lo aceptan de antemano. 

Al trabajar en estas producciones, desde dentro, metes el “piloto automático” y lo normalizas. El cansancio se apodera de ti y como no vas a dejar tirado al equipo, lo haces y punto. No lo piensas. Después ves que has terminado haciendo burradas, pero en el siguiente proyecto vuelve a suceder. Pero, ¿debemos tolerarlo? ¿Resignarnos a intercambiar salud por dinero? ¿Debemos exprimir a los productores para que busquen más medios? ¿Debemos reducir la ambición a nivel de producción de las obras artísticas que hacemos para adecuarlas al presupuesto? Incluso, ¿es posible hacer algo en definitiva? Opciones hay, y aquella de exprimir al equipo al máximo es en mi opinión una que se toma con demasiada regularidad sin cuestionarse. 

Quiero aprovechar a linkear la reflexión de Jesús Choya, un estudiante de producción en la ECAM que desde muy pronto experimentó esta realidad y decidió compartirla. Puedes leerla completa aquí.

fuckin’ money man // este verano he rodado varias cosillas con gente maravillosa que me han hecho aprender y disfrutar de lo que amo.  pero también me han hecho pensar sobre qué estamos haciendo y cómo. y eso no es tan bonito.  dejo por aquí algunos…

fuckin’ money man // este verano he rodado varias cosillas con gente maravillosa que me han hecho aprender y disfrutar de lo que amo.

pero también me han hecho pensar sobre qué estamos haciendo y cómo. y eso no es tan bonito.

dejo por aquí algunos pensamientos compartidos con grandes compañeros, profesionales y creadores durante estos días.
a quien corresponda: cuídenlos.

pd: gracias a toda la gente con la que he currado estas semanas y que me lo ha hecho tan fácil

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